viernes, 24 de junio de 2005

Los Mercaderes de la Subversión

El domingo próximo pasado tuve la oportunidad de participar en el Programa Hora Clave que conduce el Dr Mariano Grondona. El tema a debatir: la declaración de inconstitucionalidad de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Favorables a lo dictaminado por la Corte Suprema se encontraban el ¿Ex? Montonero Roberto Perdía, la Senadora Diana Conti y el Doctor Marcelo Parrilli. En defensa de las Instituciones Republicanas y el Estado de Derecho, el Dr Florencio Varela, el Teniente Coronel R Igounet y quien suscribe estas líneas.

Sin entrar a considerar lo positivo y/o negativo del programa aludido - por demás con opiniones muy divergentes, aún entre quienes comulgan con ideales similares - quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones surgidas de esta interesante experiencia.

La confrontación de ideas me permitió confirmar la existencia de dos posiciones claramente divergentes entre los partidarios de la revolución marxista. De un lado, los combatientes, los delincuentes subversivos que tomaron las armas en la década del 70, con el objetivo de instaurar un estado socialista a punta de metralla. Ellos siguen convencidos de la justicia de su causa y manifiestan con orgullo haber participado de una guerra contra las fuerzas de la “oligarquía”.

Ellos no se sienten representados por esa triste imagen de chicos buenos y soñadores, criaturas indefensas perseguidas por la clase militar. Se reconocen combatientes, son setentistas de ley. Roberto Perdía se encuentra entre ellos y quiso reivindicar su causa perdida. El fue un guerrillero, tomó las armas, arriesgó su vida y mató por su quimera roja.

Mario Firmenich, otro dirigente de esta locura revolucionaria, declaraba el 17 de marzo de 1991: “Habrá algún que otro desaparecido que no tenía nada que ver, pero la inmensa mayoría eran militantes montoneros... yo se como vivieron ellos, a mi me hubiera molestado que mi muerte sea utilizada en el sentido de que un pobrecito dirigente fue llevado a la muerte”.

Por su parte, el hermano de María Claudia Falcone, considerada mártir en “La Noche de los Lápices” manifestaba: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Era una militante convencida... No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera. En el departamento donde cayó mi hermana se guardaba el arsenal de la Unión de Estudiantes Secundarios de La Plata... tenía práctica política y militar”.

De estos profesionales de la revolución, Jorge Masetti, un erpiano convertido, amigo de Gorriarán Merlo, diría: “Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia de Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada. Una de nuestras consignas era hacer de la Cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde primero, hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores, y luego a los compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo; y soy consciente de que yo hubiera actuado de esta forma”.

Estos personajes inspiran miedo... no tengo vergüenza en afirmar que salí del programa de televisión temblando como una hoja. La mirada dura y llena de odio de Perdía me llegó muy profundo... pero también tengo que aceptar que su postura inspira respeto. Este hombre no mentía, no tenía un doble mensaje, no se burlaba, miraba a los ojos. Había tomado las armas y las tomaría seguramente de nuevo... estuvo y estaba dispuesto a matar y a morir por sus pobres ideales.

La otra posición pseudo revolucionaria estuvo representada por sus compañeros de mesa: La Senadora Conti y el Sr Parrilli. Verdaderos abanderados de los derechos humanos hemipléjicos, que lucrando con ideales prestados se desesperaron hasta el delirio por callar a su defendido. Mercaderes con estilo gramsciano, que en la década del 70 no tuvieron los atributos suficientes para empuñar el fusil y que hoy se consideran los dueños de la verdad.

La senadora coqueta, que fuera denunciada por corrupción por uno de sus principales asesores, ha encontrado en el ataque a las Fuerzas Armadas la única idea propia para mantener su debilitado peso político. Y el impresentable doctor Parrilli, que disfrazando de soberbia sus limitaciones intelectuales, ha hecho de los derechos humanos un negocio redituable y causa de su buen vivir.

De ellos, al igual que de nuestro presidente ochentista, podemos afirmar que representan los mercachifles de la subversión. Verdaderas caricaturas de los revolucionarios auténticos. Mientras unos pretenden ganar votos de los desmemoriados... los otros se llenan los bolsillos lucrando con la historia oficial. Unos y otros ganan a costa de las instituciones de nuestra patria.

Si la personalidad de Perdía inspira miedo y un dejo de respeto, la de estos improvisados sólo mueve a lástima y desprecio. Si el setentismo es culpable de terrorismo, el ochentismo de Alfonsín, Kirchner y sus aliados es responsable directo de pisotear la historia verdadera y de engañar a las futuras generaciones respecto a lo que realmente pasó en nuestro país.

Y a la hora de repartir responsabilidades no puedo dejar de decir que entre los ochentistas de la subversión, el Señor Bendini, Jefe del actual Ejército Argentino, se ha constituido en un alumno aventajado de Martín Balza. El arresto al Teniente Coronel Roberto Augusto Vega, jefe de un regimiento en la provincia de Salta, por cometer el pecado imperdonable de contar la verdadera historia, demuestra acabadamente que el uniforme y las insignias ya no son sinónimo de valor... salvo honrosas excepciones cada vez más excepcionales.

Publicado en SEPRIN

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