viernes, 22 de abril de 2005

¿Dónde Iremos a Parar?

Días atrás leía con profundo pesar el estudio publicado por el Diario La Nación el pasado 11 de Abril referido a los objetivos y expectativas que mantienen los jóvenes de nuestra querida Patria.

Dejando de lado el hecho de que más del 45 % de los encuestados consideró que cometería actos de corrupción si esto les traería aparejada alguna ventaja económica, he preferido llamar a la reflexión sobre un hecho menos llamativo, pero más preocupante para el futuro de nuestro país. Presa de un impresionante individualismo, a la mayor parte de nuestros jóvenes sólo les preocupa su desarrollo profesional, su futuro trabajo, su felicidad personal, mientras que tan sólo un 2,3 % hizo referencia a cuestiones más trascendentes como el bienestar de su Patria y de sus semejantes.

El viejo adagio "la juventud ha sido hecha para el heroísmo y no para el placer" no guarda relación con la muestra de jóvenes que constituirán el día de mañana la clase dirigente de nuestra Argentina. El terreno de los ideales, otrora característico de la juventud, ha cedido a una alarmante mentalidad preocupada exclusivamente por el exitismo personal y éste relacionado en forma directa con la prosperidad económica.

El estudio refleja con precisión la magnitud de la crisis por la que atraviesa el sistema educativo en nuestro país, incluyendo en este a todas las instituciones y medios que guardan relación directa con la formación de los jóvenes, tales como la familia, la escuela y el mismo estado. También pone en evidencia que las soluciones simplistas y electorales, como la entrega de computadoras, la repartición indiscriminada de preservativos entre los jóvenes o la entrega de libros en la entrada de las canchas, no ofrecen una perspectiva adecuada para enfrentar los problemas que hacen a la formación de los futuros argentinos.

Es necesario establecer una concepción educativa que basada en los valores éticos y religiosos procure formar a nuestra juventud en las virtudes humanas y cívicas, donde la cultura del trabajo y la exigencia, fomente en ellos el compromiso por participar en la construcción de un nuevo país, dejando de lado el individualismo y la pereza. Las otras soluciones, las populistas y demagógicas, sólo acelerarán el camino de la autodestrucción.

Publicada en SEPRIN

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