viernes, 13 de mayo de 2005

Los Sobresueldos, la Etica y la Política

Sin lugar a dudas, el tema de la semana instalado en los medios oficialistas y de la oposición (gracias a Dios todavía quedan algunos) ha sido la existencia de sobresueldos en la segunda “década maldita” al decir del gobierno.


Plumas de mayor ingenio y preparación, que se han referido al tema con precisión y autoridad, me eximen de ahondar en los aspectos políticos y jurídicos de la cuestión. ¿Constituye ésta una maniobra del oficialismo para alejar de la “opinión publicada” el fantasma de los fondos desaparecidos de la provincia de Santa Cruz o la responsabilidad de muchos funcionarios sin uniforme en el escándalo de las narcovalijas? ¿Se mantienen en la actualidad los sobresueldos tan denostados de la década del 90? ¿Porqué el gobierno se niega sistemáticamente a dejar sin efecto los decretos referidos a los fondos secretos que fueron dictados por tenebrosos gobiernos de facto?.

Estos y otros interrogantes han sido ampliamente considerados en los medios de prensa del país, poniendo al descubierto el poco compromiso con la verdad de los principales medios de comunicación social, que funcionan muchas veces como auténticas oficinas de prensa de la Casa Rosada.

En lo personal, he preferido dedicar esta columna para reflexionar sobre algunas implicancias éticas de los hechos analizados. Funcionarios del gobierno y de la oposición se han referido a la ilicitud ética de los sobresueldos, con la correspondiente sanción moral para los implicados, independientemente del carácter delictual que estas conductas revelan.

Y esta referencia a la ética por parte de algunos funcionarios y periodistas ha puesto de manifiesto la hipocresía y desconocimiento que caracteriza a buena parte de nuestra clase dirigente, donde pareciera ser que la ética y la moral, sólo se entienden en un sentido exclusivamente monetario y la honestidad se mide escrupulosamente en función de la variable dinero.

Se apela a la ética para condenar los sobresueldos, por otra parte perfectamente condenables, mientras se reparten profilácticos entre los jóvenes, escandalizando sus conciencias y violentando la autoridad de sus padres.

Se miente y se engaña descaradamente a la población, publicitando como héroes nacionales a terroristas confesos, mientras se condena a miembros de las fuerzas legales, que por orden del gobierno constitucional salieron a la calle a enfrentar a la subversión marxista. ¿No está la mentira y la difamación reñidas con la ética?

Se forma una Corte Suprema de ¿Justicia? a la medida de las necesidades gubernamentales, imponiendo magistrados cuando menos discutidos en su imparcialidad, entre las que se destaca una desaparecida aparecida y un declarado defensor de conductas agraviantes a la moral pública. Esta falta de respeto a la división de poderes que caracteriza a una verdadera república ¿No se encuentra reñida también con los valores éticos y morales que pregona el gobierno?.

El chantajear y amordazar a algunos medios de prensa a través de publicidad financiada con fondos públicos y la tendencia manifiesta a gobernar a través de decretos presidenciales, que desconocen la función honorable del Congreso de la Nación ¿Puede considerarse una conducta ética del oficialismo?.

Esa actitud de permanente confrontación y menosprecio a las distintas instituciones fundacionales de nuestra república, ¿Puede encuadrarse dentro de los principios morales que llaman en forma permanente a la humildad, a la reconciliación y a la unión de todos los argentinos?.

No... y mil veces no... sólo una visión hemipléjica de la ética, reducida a los aspectos exclusivamente monetarios, cuando no una hipocresía manifiesta, le permite a los funcionarios de este régimen levantar el dedo acusador hacia otros miembros de la “clase dirigente” Argentina.

Los aspectos antedichos no constituyen ni por asomo una defensa de los funcionarios que caracterizaron la década del 90, muchos de los cuales se encuentran reciclados en la actual administración, sino que pretenden contribuir a elaborar una visión integral del problema.

Por otro lado, ponen en evidencia la necesidad de que todos los ciudadanos que todavía creen en una política con mayúsculas, basada en los valores y los principios, orientada al bien común de todos los argentinos, salgan de sus nidos y se comprometan por hacer realidad ese sueño de una verdadera república. De lo contrario, nuestros hijos continuarán viviendo en la truchocracia que hemos sabido conseguir.

Publicado en SEPRIN

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